Ves bien, las cajas de los juegos están enfundadas.
Lo que demuestra que siempre habrá gente que está peor que tú.
Este mes he podido disfrutar de las jornadas Auxella Otoño 2012 de la que os dejo la foto del vehículo con el que fuimos a tan magno evento. La gente se giraba y tocaba el claxon por la autopista y no era por el 600, lo que querían era jugar al MIL. Juego que me quedé sin probar porque a la hora a la que lo sacaron mi cerebro no estaba para muchos trotes.
La Danza del Huevo fue lo primero a lo que jugamos. Juego que define perfectamente la gente que puedes encontrar en Auxella, padres de familia responsables y maduros a la par que miembros modélicos de la sociedad.
A mi me gustó mucho pero durante la partida me la jugaron de la manera más vil posible. Mientras corría alrededor de la mesa sosteniendo entre las piernas un huevo más de lo que estoy acostumbrado gritaron mi nombre por detrás y al girar el cuello perdí la visión de unas sillas que se acercaba inexorablemente a mi camino. A lo que hay que añadir el cambio del centro de gravedad por culpa del cuerpo extraño que llevaba entre las piernas. La resolución de tal situación fue que terminé plácidamente tumbado en las sillas mientras mi nuevo símbolo de masculinidad amarillo se escapaba debajo de la mesa.
Una pena porque le estaba cogiendo el gustillo a eso de tener tres.
De La Villa no puedo hablar tan bien. Me parece la reencarnación del por qué los euros empiezan a aburrirme. Ya no es que no aporte nada nuevo en cuanto a mecánicas, es que el conjunto es lo mismo de otros cienes de juegos que pululan por el mercado. A lo que hay que añadir el peor tablero que he visto en mi vida, al querer hacerlo bonito no hay quien se entere entre tanto simbolito desperdigado.
Y no le doy la cruz roja porque supongo que para alguien que no haya jugado a muchos euros esta Villa no será mal juego. Para mí, cuasi pestiño.